Terminada el enero 2016.
Desayuno
Las orejas de Quínci no estaban bastantes despiertas para disfrutarla como Tessa la disfrutaba, pero sin embargo estaban llenadas por los sonidos dulces y bajos de los altavoces estropeados al otro lado de la cocina. La música no era muy ruidosa, y eses malditos altavoces sonaban más y más horrible cada día, pero Pink Floyd era Pink Floyd, y los millón embajadores radiantes de la mañana que Gilmour cantaba eran muy apropiados para el sol frío del invierno yendo a través de la ventana en rayos. El tatuaje de la cadera de Tessa estaba expuesto, y su mano libre acariciaba el emblema de su linaje. Brillaba en la luz brillante de la mañana- apropiada, que los caracteres Hebreos para luna reflejaban la luz del sol joven.
Él la acompañaba en la mesa (aunque era más de una leonera de contrachapado y dos-por-cuatros que una mesa real) con su propio bol de cereal y juntos masticaban en silencio.
No era un silencio incómodo. Era cómodo, familiar. Era el tipo de silencio que exista entre dos mejores amigos acostando en el suelo y mirando a las estrellas de una noche rural, la única obstrucción de su vista una tienda de campaña muy lejos en su visión periférica. Era el tipo de silencio que existe entre dos hermanas que están sentando cerca la chimenea, leyendo sus propios libros y tocando el gato que está entre las dos.
Esta era lo que hacían cada día. Este era un día normal. Siempre era un día normal- Tessa vertiendo su cereal despertaba a Quínci, él la acompañaba en la cocina. Él comía más lento. Tessa se duchaba antes de él. Los dos trabajaban en el Ivar’s al muelle- a veces sus turnos sobreponían. A veces no. Quínci volvía al hogar primeramente; a Tessa le gustaba tomar paseos antes de posar a la comodidad suave de la tarde. Al menos eso es lo que ella decía a Quínci- caminaba. No estaba muy lejos de una verdad mitad. Había caminando en lo que ella hacía en sus tardes.
-Mi turno hoy es de ocho a cuatro. Probablemente estaré aquí antes de… diez, más o menos. ¿Te suena bien?- Tessa no necesitó preguntar esa- siempre sonaba bien, y no había nada que cualquiera de los dos podían hacer cambiarlo si no sonaba bien. Ella la preguntaba porque era costumbre.
-Sí,- Quínci respondió. Él no lo necesitó decir, pero lo hizo. -Yo trabajaré de tres a ocho. Turno breve hoy. Estaré aquí antes de tú.
-Como usual,- Tessa se reyó entre dientes sinceramente. -Que me salves una cena. Tendré hambre cuando vuelvo al hogar.
-Asere, estarás fuera. Lo menos que puedes hacer es traernos una pizza o algo.
-Pero, ¿por qué haría eso cuando tu penne alfredo es tan fantástico?
-Literalmente es de una caja. La pasta viene en una caja. La hierves por diez minutos y luego viertes la salsa allí. No hay nada especial sobre esa, Tess. ¡Hasta la salsa ya está hecho!
-Psh. Esa no significa que no es buena. Tienes que poner algo ingrediente secreto allí o algo… ¿Qué es? ¿Amor?
-Sí,- Quínci contó chiste, -El ingrediente secreto es amor. Un producto de amor, se puede decir. El proceso de cosecharlo es muy complicado. Primero, se tiene que colectar un calcetín específico de mi cajón de calcetines. Luego, se tiene que viajar profundo a la caverna debajo de mi colchón-
-Ay, ay, madre de dios, no tienes que arruinarla para mí. Bien, nos compraré una pizza. Pero no puedo garantizarte que no pondré una ingrediente secreto mi propio. Eres un human asqueroso.- Los dos casi explotaban con risotada.
-Yo intento.
Disfrazando
Tessa terminaba a las cuatro. Antes de cuatro y cuarto estaba en su apartamento y una mitad terminada con cambiando de su ropa de trabajo- su camisa ya estaba abrochada tan bajo que no tomaba mucho tiempo. Ella estaba sorprendida que su jefe la dejaba llevarla tan poco profesionalmente.
Unos partes de su disfraz eran funcionales para lo que ella hacía. Unos no. Mallas elásticas y con botas no-rígidas eran una elección buena. También la capucha, y la máscara. También la sostén de deportes de lo más apoyo que ella podía encontrar. ¿La falda roja y corta? Esa era para estética y poco más.
La aljaba llenada con flechas y arco en su armario no eran para estética.
Tessa estaba preparada en su ventana, se inclinando en el marco, teléfono en la mano. Hacía un año que ella conoció a Sofía Denni, quien Tessa había aprendido era el alma literal y personificada de la ciudad de Seattle. Ella había hecho un lugar para sí mismo en la vida de Tessa, y por eso había ganado un lugar en el marcado rápido de ella.
Solamente sonó dos veces antes que Seattle contestó.
-Quinto y Madison, robo armado. Todavía nadie ha llamado a la policía. No armas de fuego, solamente una machete. Nada demasiado malo. Disfrútate y está segura, Tess.
Seattle siempre sabía exactamente para qué Tessa llamaba en esta hora de día. Conocimiento de cada crimen actual en la ciudad era una habilidad muy útil para un espíritu de ciudad, Tessa creía. -Gracias, nena,- ella dijo en broma. Estuvo seria sobre el primer parte. El nombre cariñoso solamente era una mitad de un chiste, pero Tessa deseaba que no sea. Deseaba que Seattle diga su nombre en contexto muy diferente. -¿Todavía haremos nuestro maratón de Jessica Jones el sábado?
-Claro que sí, Ash.- Tessa reyó al apodo. Nunca había debido decirle su nombre segundo a Seattle.
-Bien. Es la hora salvar el mundo.
Ella metió su teléfono en su sostén antes de evitar de la ventana y correr lejos. Realmente debía comprar algo con bolsillos uno de estos días.
Caminando al hogar
-Callejón cerca de Calle Primavera, entre Oeste y Primera Avenida. Atraco. Chica tiene una arma, pero es un calibre bajo. Ten cuidado.
Eran más o menos ocho ahora, quizá unos minutos después. Tessa solamente estaba unas manzanas fuera.
Quínci estaba caminando al hogar. Su turno acabó de terminar y él caminaba noreste en la Calle Primavera- solamente más o menos una manzana y media ahora, pero oyó un sonido de duelo de una callejón muy cerca. Él vio dos opciones; podía continuar a caminar, posiblemente ignorando un crimen en progreso, o podía investigar y posiblemente ver Artemisa para sí mismo.
El año pasado había mirado Artemisa hacía algo de una celebridad en la ciudad y los suburbios cercas. La Justiciera en Rojo, La Arquero con la Máscara, los titulares la llamaban. Nunca mataba a nadie- Quínci la admiraba por eso. Él simplemente quería saber quién era ella en real, o al menos conocerla.
Había hecho su decisión. Giró al callejón y se agachó detrás de un contenedor. Mirando sobre el contendor, pudo ver más de la escena; había una mujer agarrando la rodilla sangrando e intentando halar la flecha roja de la rodilla. Delante de ella, helado en miedo y confusión, un hombre, una mitad de tomando uno dinero de sí mismo cartera, casi dándoselo a la mujer que ahora sangraba. Posado en un techo encima y empezando bajar era Artemisa misma.
Su llegada rápida trajo el hombre de su trance. Cuando ella habló, su voz claramente pasaba a través algo que la modificaba. Sonaba como tres voces profundas y resonantes hablando en acuerdo, un poco amortiguados por la máscara de tela cubriendo su nariz y boca.
-¿Está bien? ¿Ella le dolió a usted?
El hombre estaba en asombro. -Estoy bien… gracias.
Ella lo urgió volver al hogar y tomar una siesta, pero Quínci vio algo en la cadera de Artemisa, apenas visible a través de la encaje de su camisa. Parecía como un tatuaje. Él pudo sacar su teléfono y tomar una foto sin estar notado por ella. Deseó que la luz de las farolas eran suficientes. Cuando ella había escalado a los techos y salido, Quínci corrió el resto del paso al apartamento.
Descubrimiento
Haciendo zoom en una foto de un celular casi nunca es muy eficaz. La calidad disminuye constantemente lo más zoom que se hace, pero de vez en cuando se toma una foto en que se puede ver lo que está en la imagen.
Quínci sentaba en la cama ahora, mirando la foto que tomó en su teléfono, estudiando las marcas en la cadera de Artemisa. La camisa de encaje complicaba el proceso de descubrir lo que decía el tatuaje, pero todavía era posible. Él había estado mirando la foto hace al menos diez minutos ahora, y finalmente, todo cayó al lugar. Era una palabra- una palabra hebrea. Quínci no hablaba hebreo, pero teniendo una compañera de piso que era Judea significaba que se aprendía al menos un poco. Bastante saber que חַרֵיָ, yerah, significaba luna, y era el mismo tatuaje que tenía Tessa. En el mismo lugar del cuerpo. Quínci intentaba convencer sí mismo que era una coincidencia.
No era. Y él fallaba convencérselo. Ella le diría, ¿sí? ¿Si secretamente era una justiciera? ¿Si arriesgaba su vida cada noche para hacer caer a criminales insignificantes?
Aparentemente no.
-Bien, mierda…
Confrontación
Tessa caminaba entre la puerta esa noche y estuvo recibida por el puño de Quínci en su cara. Le dolió la mano más que él anticipaba, y él se giró y agarró la mano cerca al pecho. No fue un puñetazo muy bueno- aún a él le parecía eso. Tessa gimió y desfalleció, manos en la nariz y cabeza colgando libremente. Ella nunca había tenido una tolerancia de duelo muy alta, ni había sido bien en defensa de sí mismo. Era por eso que ella prefería un arma de largo alcance.
-OK, Quínci, ¿por qué del diablo fue esa?- Ella se levantó, una mano en la nariz, la otra levantada, palma mirando al Quínci en un gesto de rendición. Él se giró mirarla.
-¿Por qué no me dijiste que eres Artemisa? Arriesgas tu vida cada noche, técnicamente rompes la ley. ¡Tienes una completa álter ego y me siento como no sé quién eres realmente!
-Ay, mierda… ayyyyy mierda. Joder. Vale, ¿cómo descubriste?- Ella levantaba recta ahora, pero todavía tenía una mano en el puente de la nariz. El otro brazo estaba sobre su pecho, agarrando su lado para comodidad más que algo.
-Yo estuve caminando aquí del trabajo esta noche, hace unas horas. Oí una grita, así que lo investigué. Escondí detrás de un contenedor y ¡mirad! ¡Allí estuvo Artemisa misma! Estuve en asombro, pero vi que ella tenía un tatuaje en su cadera. Algo sutil, pero evidente si se está acostumbrado con viéndolo allí. Tomé esta.- Quínci sacó su celular así que Tessa lo pudo ver la foto del tatuaje, escondido mal debajo de la encaje.
Ella estaba de pie allí con una cara pesarosa, mirando la foto. Después de un minuto, ella volvió su mirada a Quínci. -No sé qué decir. ‘Lo siento’ no es suficiente. Debía decirte. Planificaba hacerlo. Quería hacerlo. Pero nunca me parece el momento correcto.
-Lo que sea. OK. Yo dormiré. Pero esto no está terminado. Espero que sabes que estaré amargado sobre esto para, como… mucho tiempo. Simplemente no quiero que hagas esto a ti mismo. Buenas noches.
-Buenas noches…
Desayuno la próxima mañana era el tipo de encuentro que solamente se elegiría más de encendiendo viva. O algo con duelo igual. Este no era un día normal.
Tessa tenía otro secreto que necesitaba que Quínci suba. No estaba segura si era la hora correcta.
Pero, nunca era la hora correcta para el otro secreto, ¿y dónde estuvo ella ahora?
Ella habló después de un silencio largo. –Ey.
Todavía Quínci sonó frío y enojado cuando contestó, -¿Qué?
-Mira esto.- Ella levantó su mano, palma arriba, y allí encendió una llama pequeña. Ella jugó con la llama un poco, torciéndola sobre sus dedos un poco y vertiéndola a la otra mano antes de asfixiándola y poniendo las manos en los bolsillos.
-Guau. OK. ¿Cuánta fuerza tienes?
-No mucho. Puedo encender las velas y puntas de flechas. Ese es más o menos todo.
Quínci levantó los ceños y suspiró. Ella lo dijo como la habilidad manipular el fuego, tan pequeño, no era un rasgo grande, como no era impresionante. -Ya no tengo hambre y tengo que ir a trabajo.- Él se levantó, vertió el resto de su cereal al desagüe, rápidamente terminó preparar para el día y salió sin ni una palabra más.
Montaje
Semanas pasaban. Quínci casi nunca hablaba con Tessa ni nada, y cuando sí, era breve y antipático. Él no la podía perdonar. Pero ella lo necesitaba. La brutalidad de Quínci significaba que Tessa aún no podía perdonar sí mismo. Pero ella no paraba salir. Necesitaba la justicia como necesitaba la comida.
No podía parar. Quínci no intentaba pararla.
Redención
Quínci caminaba al hogar debajo de las farolas y entre calles casi abandonadas. Era más tarde que usualmente terminaba. Una mano lo tocó a un callejón, y lo empujó a la pared de ladrillo del edificio más cerca. La espalda la golpeó muy fuerte. Cuando elevó la vista, estuvo recibido por un cuchillo en su cara y una mujer en una sudadera demandando algo dinero que tenía.
-Discúlpame, ¡no tengo nada efectivo! Por favor, ¡déjame salir y no llamaré a la policía!
-Pero no puedes llamarla a menos que te dejo salir. ¿Entiendes?
Quínci suspiró, frustración claro en la voz. -OK. Excepto que no tengo dinero. ¡Apenas puedo pagar mi renta! ¿Realmente crees que tengo efectivo conmigo?- Postergaba. Postergaba y rezaba que Tessa todavía arriesgaba su vida, todavía ubicaba a criminales insignificantes.
Él no creía en algo dios- Buda no contaba en su libro como un dios, solamente un filósofo- pero si sí, creía, así que creería que sus oraciones habían estado contestadas. Mientras su atracador balanceaba el cuchillo hacia su cara, repentinamente ella encontró sí mismo con una flecha roja clavada a través de la mano de cuchillo. Quínci soltó una respiración que no sabía que había quedado mientras el cuchillo repiqueteó al suelo. Su atracador agarraba la mano y gritaba.
-¡Me disparaste! ¡Me disparaste en la mano!
Tessa llegó al suelo en solamente unas saltas- escalera de incendio, contenedor, concreto húmedo. No necesitaba quedar la máscara arriba. La hacía de todas formas. Quínci pensaba perdonarla. ¿Cómo se puede no perdonar alguien que acaba de salvar la vida? Él se dio cuenta que estaba mirando a ella, luego decidió hablar sobre los sonidos de agonía de la atracador. ----.---Discúlpame. No fue justo estar enojado a ti. Te perdonaré, pero ¿puedes prometer que no saldrás más?
-¿Realmente es la mejor hora para esto, Quínci?- Tessa acercó a la atracadora, que intentó darle un puñetazo. Si no era incapacitada por la flecha en la mano, probablemente no había perdido con tan espectacularidad. Tessa usó su arco para noquearla, luego llamó a la policía y tuvo una conversación muy breve, diciéndole de la locación de la criminal.
Cuando colgó, Tessa suspiró y pensaba en la oferta de Quínci por un minuto- perdón si ella podía abandonar su trabajo de la noche. Miraba la pared y nada en particular. ¿Podía ella abandonar a su mejor amigo y compañero de piso por el bien de justicia? ¿O podía abandonar a la persecución de justicia para guardar su mejor amigo? ¿Le importaba más la excitación de desmontar los criminales solo o lo que sentía para el hombre a su lado?
-Lo haré.
-¿Qué? ¿En serio?- Quínci estaba en incredulidad.
-Sí. Prefiero guardar mi mejor amigo. Ahora déjame cambiar mi ropa y podemos salir por bebidos de disculpa o algo.
Eh… OK. Pero sabes que ninguno de nosotros podemos beber.
-Luego, café. ¿Crees que hay algo lugar que está abierta tan tarde?
-¿Ese lugar acerca del apartamento?
-Sí, sí. Creo que tienen karaoke esta noche.
Karaoke de café
Había un café alternativo cruzando la calle del Starbucks más cerca del edificio apartamento de Tessa y Quínci. No cerraba hasta medianoche y era el único café que conocían ellos que albergaba noches de karaoke. A los dos les parecía que karaoke de café era algo que encajaba en Portland más que Seattle, pero estaban agradecidos en cualquier caso.
Con la cantidad de cafeína que habían ingerido, no había nada posibilidad que ningunos de los dos iban dormir esa noche, al menos no hasta mucho luego. Ya estaban preguntado callarse por cuatro clientes pero tenían un tiempo muy difícil hacerlo. Quedaban hasta el café cerró, los dos sometían los pobres clientes a su cantando horrible. No necesitaban estar borrachos para ser cantadores malos.
Finalmente llegaron al hogar y Quínci se quedó por la uno en la mañana, de alguna manera triunfando a sí mismo cama antes de desmayándose.
Mentiras
A Tessa no le gustaba mentir a sus amigos. A ella no le gustaba traicionarlos, y no le gustaba romper las promesas. Pero no podía dejar correr esto. No podía vivir una vida normal.
Ella reptó abierta la puerta a la habitación de Quínci para asegurarse que estaba durmiendo profundamente. Su máscara ya estaba arriba, decisión ya hecho. Una parte de ella deseaba que pueda cambiar su propia mente si recuerde a quién hizo su promesa, pero ya sabía que no podía. Él estaba en el quinto sueño, roncando con paz, cuando ella metió su arco sobre el hombro y escaló a través de la ventana y a la noche obscura.
Las orejas de Quínci no estaban bastantes despiertas para disfrutarla como Tessa la disfrutaba, pero sin embargo estaban llenadas por los sonidos dulces y bajos de los altavoces estropeados al otro lado de la cocina. La música no era muy ruidosa, y eses malditos altavoces sonaban más y más horrible cada día, pero Pink Floyd era Pink Floyd, y los millón embajadores radiantes de la mañana que Gilmour cantaba eran muy apropiados para el sol frío del invierno yendo a través de la ventana en rayos. El tatuaje de la cadera de Tessa estaba expuesto, y su mano libre acariciaba el emblema de su linaje. Brillaba en la luz brillante de la mañana- apropiada, que los caracteres Hebreos para luna reflejaban la luz del sol joven.
Él la acompañaba en la mesa (aunque era más de una leonera de contrachapado y dos-por-cuatros que una mesa real) con su propio bol de cereal y juntos masticaban en silencio.
No era un silencio incómodo. Era cómodo, familiar. Era el tipo de silencio que exista entre dos mejores amigos acostando en el suelo y mirando a las estrellas de una noche rural, la única obstrucción de su vista una tienda de campaña muy lejos en su visión periférica. Era el tipo de silencio que existe entre dos hermanas que están sentando cerca la chimenea, leyendo sus propios libros y tocando el gato que está entre las dos.
Esta era lo que hacían cada día. Este era un día normal. Siempre era un día normal- Tessa vertiendo su cereal despertaba a Quínci, él la acompañaba en la cocina. Él comía más lento. Tessa se duchaba antes de él. Los dos trabajaban en el Ivar’s al muelle- a veces sus turnos sobreponían. A veces no. Quínci volvía al hogar primeramente; a Tessa le gustaba tomar paseos antes de posar a la comodidad suave de la tarde. Al menos eso es lo que ella decía a Quínci- caminaba. No estaba muy lejos de una verdad mitad. Había caminando en lo que ella hacía en sus tardes.
-Mi turno hoy es de ocho a cuatro. Probablemente estaré aquí antes de… diez, más o menos. ¿Te suena bien?- Tessa no necesitó preguntar esa- siempre sonaba bien, y no había nada que cualquiera de los dos podían hacer cambiarlo si no sonaba bien. Ella la preguntaba porque era costumbre.
-Sí,- Quínci respondió. Él no lo necesitó decir, pero lo hizo. -Yo trabajaré de tres a ocho. Turno breve hoy. Estaré aquí antes de tú.
-Como usual,- Tessa se reyó entre dientes sinceramente. -Que me salves una cena. Tendré hambre cuando vuelvo al hogar.
-Asere, estarás fuera. Lo menos que puedes hacer es traernos una pizza o algo.
-Pero, ¿por qué haría eso cuando tu penne alfredo es tan fantástico?
-Literalmente es de una caja. La pasta viene en una caja. La hierves por diez minutos y luego viertes la salsa allí. No hay nada especial sobre esa, Tess. ¡Hasta la salsa ya está hecho!
-Psh. Esa no significa que no es buena. Tienes que poner algo ingrediente secreto allí o algo… ¿Qué es? ¿Amor?
-Sí,- Quínci contó chiste, -El ingrediente secreto es amor. Un producto de amor, se puede decir. El proceso de cosecharlo es muy complicado. Primero, se tiene que colectar un calcetín específico de mi cajón de calcetines. Luego, se tiene que viajar profundo a la caverna debajo de mi colchón-
-Ay, ay, madre de dios, no tienes que arruinarla para mí. Bien, nos compraré una pizza. Pero no puedo garantizarte que no pondré una ingrediente secreto mi propio. Eres un human asqueroso.- Los dos casi explotaban con risotada.
-Yo intento.
Disfrazando
Tessa terminaba a las cuatro. Antes de cuatro y cuarto estaba en su apartamento y una mitad terminada con cambiando de su ropa de trabajo- su camisa ya estaba abrochada tan bajo que no tomaba mucho tiempo. Ella estaba sorprendida que su jefe la dejaba llevarla tan poco profesionalmente.
Unos partes de su disfraz eran funcionales para lo que ella hacía. Unos no. Mallas elásticas y con botas no-rígidas eran una elección buena. También la capucha, y la máscara. También la sostén de deportes de lo más apoyo que ella podía encontrar. ¿La falda roja y corta? Esa era para estética y poco más.
La aljaba llenada con flechas y arco en su armario no eran para estética.
Tessa estaba preparada en su ventana, se inclinando en el marco, teléfono en la mano. Hacía un año que ella conoció a Sofía Denni, quien Tessa había aprendido era el alma literal y personificada de la ciudad de Seattle. Ella había hecho un lugar para sí mismo en la vida de Tessa, y por eso había ganado un lugar en el marcado rápido de ella.
Solamente sonó dos veces antes que Seattle contestó.
-Quinto y Madison, robo armado. Todavía nadie ha llamado a la policía. No armas de fuego, solamente una machete. Nada demasiado malo. Disfrútate y está segura, Tess.
Seattle siempre sabía exactamente para qué Tessa llamaba en esta hora de día. Conocimiento de cada crimen actual en la ciudad era una habilidad muy útil para un espíritu de ciudad, Tessa creía. -Gracias, nena,- ella dijo en broma. Estuvo seria sobre el primer parte. El nombre cariñoso solamente era una mitad de un chiste, pero Tessa deseaba que no sea. Deseaba que Seattle diga su nombre en contexto muy diferente. -¿Todavía haremos nuestro maratón de Jessica Jones el sábado?
-Claro que sí, Ash.- Tessa reyó al apodo. Nunca había debido decirle su nombre segundo a Seattle.
-Bien. Es la hora salvar el mundo.
Ella metió su teléfono en su sostén antes de evitar de la ventana y correr lejos. Realmente debía comprar algo con bolsillos uno de estos días.
Caminando al hogar
-Callejón cerca de Calle Primavera, entre Oeste y Primera Avenida. Atraco. Chica tiene una arma, pero es un calibre bajo. Ten cuidado.
Eran más o menos ocho ahora, quizá unos minutos después. Tessa solamente estaba unas manzanas fuera.
Quínci estaba caminando al hogar. Su turno acabó de terminar y él caminaba noreste en la Calle Primavera- solamente más o menos una manzana y media ahora, pero oyó un sonido de duelo de una callejón muy cerca. Él vio dos opciones; podía continuar a caminar, posiblemente ignorando un crimen en progreso, o podía investigar y posiblemente ver Artemisa para sí mismo.
El año pasado había mirado Artemisa hacía algo de una celebridad en la ciudad y los suburbios cercas. La Justiciera en Rojo, La Arquero con la Máscara, los titulares la llamaban. Nunca mataba a nadie- Quínci la admiraba por eso. Él simplemente quería saber quién era ella en real, o al menos conocerla.
Había hecho su decisión. Giró al callejón y se agachó detrás de un contenedor. Mirando sobre el contendor, pudo ver más de la escena; había una mujer agarrando la rodilla sangrando e intentando halar la flecha roja de la rodilla. Delante de ella, helado en miedo y confusión, un hombre, una mitad de tomando uno dinero de sí mismo cartera, casi dándoselo a la mujer que ahora sangraba. Posado en un techo encima y empezando bajar era Artemisa misma.
Su llegada rápida trajo el hombre de su trance. Cuando ella habló, su voz claramente pasaba a través algo que la modificaba. Sonaba como tres voces profundas y resonantes hablando en acuerdo, un poco amortiguados por la máscara de tela cubriendo su nariz y boca.
-¿Está bien? ¿Ella le dolió a usted?
El hombre estaba en asombro. -Estoy bien… gracias.
Ella lo urgió volver al hogar y tomar una siesta, pero Quínci vio algo en la cadera de Artemisa, apenas visible a través de la encaje de su camisa. Parecía como un tatuaje. Él pudo sacar su teléfono y tomar una foto sin estar notado por ella. Deseó que la luz de las farolas eran suficientes. Cuando ella había escalado a los techos y salido, Quínci corrió el resto del paso al apartamento.
Descubrimiento
Haciendo zoom en una foto de un celular casi nunca es muy eficaz. La calidad disminuye constantemente lo más zoom que se hace, pero de vez en cuando se toma una foto en que se puede ver lo que está en la imagen.
Quínci sentaba en la cama ahora, mirando la foto que tomó en su teléfono, estudiando las marcas en la cadera de Artemisa. La camisa de encaje complicaba el proceso de descubrir lo que decía el tatuaje, pero todavía era posible. Él había estado mirando la foto hace al menos diez minutos ahora, y finalmente, todo cayó al lugar. Era una palabra- una palabra hebrea. Quínci no hablaba hebreo, pero teniendo una compañera de piso que era Judea significaba que se aprendía al menos un poco. Bastante saber que חַרֵיָ, yerah, significaba luna, y era el mismo tatuaje que tenía Tessa. En el mismo lugar del cuerpo. Quínci intentaba convencer sí mismo que era una coincidencia.
No era. Y él fallaba convencérselo. Ella le diría, ¿sí? ¿Si secretamente era una justiciera? ¿Si arriesgaba su vida cada noche para hacer caer a criminales insignificantes?
Aparentemente no.
-Bien, mierda…
Confrontación
Tessa caminaba entre la puerta esa noche y estuvo recibida por el puño de Quínci en su cara. Le dolió la mano más que él anticipaba, y él se giró y agarró la mano cerca al pecho. No fue un puñetazo muy bueno- aún a él le parecía eso. Tessa gimió y desfalleció, manos en la nariz y cabeza colgando libremente. Ella nunca había tenido una tolerancia de duelo muy alta, ni había sido bien en defensa de sí mismo. Era por eso que ella prefería un arma de largo alcance.
-OK, Quínci, ¿por qué del diablo fue esa?- Ella se levantó, una mano en la nariz, la otra levantada, palma mirando al Quínci en un gesto de rendición. Él se giró mirarla.
-¿Por qué no me dijiste que eres Artemisa? Arriesgas tu vida cada noche, técnicamente rompes la ley. ¡Tienes una completa álter ego y me siento como no sé quién eres realmente!
-Ay, mierda… ayyyyy mierda. Joder. Vale, ¿cómo descubriste?- Ella levantaba recta ahora, pero todavía tenía una mano en el puente de la nariz. El otro brazo estaba sobre su pecho, agarrando su lado para comodidad más que algo.
-Yo estuve caminando aquí del trabajo esta noche, hace unas horas. Oí una grita, así que lo investigué. Escondí detrás de un contenedor y ¡mirad! ¡Allí estuvo Artemisa misma! Estuve en asombro, pero vi que ella tenía un tatuaje en su cadera. Algo sutil, pero evidente si se está acostumbrado con viéndolo allí. Tomé esta.- Quínci sacó su celular así que Tessa lo pudo ver la foto del tatuaje, escondido mal debajo de la encaje.
Ella estaba de pie allí con una cara pesarosa, mirando la foto. Después de un minuto, ella volvió su mirada a Quínci. -No sé qué decir. ‘Lo siento’ no es suficiente. Debía decirte. Planificaba hacerlo. Quería hacerlo. Pero nunca me parece el momento correcto.
-Lo que sea. OK. Yo dormiré. Pero esto no está terminado. Espero que sabes que estaré amargado sobre esto para, como… mucho tiempo. Simplemente no quiero que hagas esto a ti mismo. Buenas noches.
-Buenas noches…
Desayuno la próxima mañana era el tipo de encuentro que solamente se elegiría más de encendiendo viva. O algo con duelo igual. Este no era un día normal.
Tessa tenía otro secreto que necesitaba que Quínci suba. No estaba segura si era la hora correcta.
Pero, nunca era la hora correcta para el otro secreto, ¿y dónde estuvo ella ahora?
Ella habló después de un silencio largo. –Ey.
Todavía Quínci sonó frío y enojado cuando contestó, -¿Qué?
-Mira esto.- Ella levantó su mano, palma arriba, y allí encendió una llama pequeña. Ella jugó con la llama un poco, torciéndola sobre sus dedos un poco y vertiéndola a la otra mano antes de asfixiándola y poniendo las manos en los bolsillos.
-Guau. OK. ¿Cuánta fuerza tienes?
-No mucho. Puedo encender las velas y puntas de flechas. Ese es más o menos todo.
Quínci levantó los ceños y suspiró. Ella lo dijo como la habilidad manipular el fuego, tan pequeño, no era un rasgo grande, como no era impresionante. -Ya no tengo hambre y tengo que ir a trabajo.- Él se levantó, vertió el resto de su cereal al desagüe, rápidamente terminó preparar para el día y salió sin ni una palabra más.
Montaje
Semanas pasaban. Quínci casi nunca hablaba con Tessa ni nada, y cuando sí, era breve y antipático. Él no la podía perdonar. Pero ella lo necesitaba. La brutalidad de Quínci significaba que Tessa aún no podía perdonar sí mismo. Pero ella no paraba salir. Necesitaba la justicia como necesitaba la comida.
No podía parar. Quínci no intentaba pararla.
Redención
Quínci caminaba al hogar debajo de las farolas y entre calles casi abandonadas. Era más tarde que usualmente terminaba. Una mano lo tocó a un callejón, y lo empujó a la pared de ladrillo del edificio más cerca. La espalda la golpeó muy fuerte. Cuando elevó la vista, estuvo recibido por un cuchillo en su cara y una mujer en una sudadera demandando algo dinero que tenía.
-Discúlpame, ¡no tengo nada efectivo! Por favor, ¡déjame salir y no llamaré a la policía!
-Pero no puedes llamarla a menos que te dejo salir. ¿Entiendes?
Quínci suspiró, frustración claro en la voz. -OK. Excepto que no tengo dinero. ¡Apenas puedo pagar mi renta! ¿Realmente crees que tengo efectivo conmigo?- Postergaba. Postergaba y rezaba que Tessa todavía arriesgaba su vida, todavía ubicaba a criminales insignificantes.
Él no creía en algo dios- Buda no contaba en su libro como un dios, solamente un filósofo- pero si sí, creía, así que creería que sus oraciones habían estado contestadas. Mientras su atracador balanceaba el cuchillo hacia su cara, repentinamente ella encontró sí mismo con una flecha roja clavada a través de la mano de cuchillo. Quínci soltó una respiración que no sabía que había quedado mientras el cuchillo repiqueteó al suelo. Su atracador agarraba la mano y gritaba.
-¡Me disparaste! ¡Me disparaste en la mano!
Tessa llegó al suelo en solamente unas saltas- escalera de incendio, contenedor, concreto húmedo. No necesitaba quedar la máscara arriba. La hacía de todas formas. Quínci pensaba perdonarla. ¿Cómo se puede no perdonar alguien que acaba de salvar la vida? Él se dio cuenta que estaba mirando a ella, luego decidió hablar sobre los sonidos de agonía de la atracador. ----.---Discúlpame. No fue justo estar enojado a ti. Te perdonaré, pero ¿puedes prometer que no saldrás más?
-¿Realmente es la mejor hora para esto, Quínci?- Tessa acercó a la atracadora, que intentó darle un puñetazo. Si no era incapacitada por la flecha en la mano, probablemente no había perdido con tan espectacularidad. Tessa usó su arco para noquearla, luego llamó a la policía y tuvo una conversación muy breve, diciéndole de la locación de la criminal.
Cuando colgó, Tessa suspiró y pensaba en la oferta de Quínci por un minuto- perdón si ella podía abandonar su trabajo de la noche. Miraba la pared y nada en particular. ¿Podía ella abandonar a su mejor amigo y compañero de piso por el bien de justicia? ¿O podía abandonar a la persecución de justicia para guardar su mejor amigo? ¿Le importaba más la excitación de desmontar los criminales solo o lo que sentía para el hombre a su lado?
-Lo haré.
-¿Qué? ¿En serio?- Quínci estaba en incredulidad.
-Sí. Prefiero guardar mi mejor amigo. Ahora déjame cambiar mi ropa y podemos salir por bebidos de disculpa o algo.
Eh… OK. Pero sabes que ninguno de nosotros podemos beber.
-Luego, café. ¿Crees que hay algo lugar que está abierta tan tarde?
-¿Ese lugar acerca del apartamento?
-Sí, sí. Creo que tienen karaoke esta noche.
Karaoke de café
Había un café alternativo cruzando la calle del Starbucks más cerca del edificio apartamento de Tessa y Quínci. No cerraba hasta medianoche y era el único café que conocían ellos que albergaba noches de karaoke. A los dos les parecía que karaoke de café era algo que encajaba en Portland más que Seattle, pero estaban agradecidos en cualquier caso.
Con la cantidad de cafeína que habían ingerido, no había nada posibilidad que ningunos de los dos iban dormir esa noche, al menos no hasta mucho luego. Ya estaban preguntado callarse por cuatro clientes pero tenían un tiempo muy difícil hacerlo. Quedaban hasta el café cerró, los dos sometían los pobres clientes a su cantando horrible. No necesitaban estar borrachos para ser cantadores malos.
Finalmente llegaron al hogar y Quínci se quedó por la uno en la mañana, de alguna manera triunfando a sí mismo cama antes de desmayándose.
Mentiras
A Tessa no le gustaba mentir a sus amigos. A ella no le gustaba traicionarlos, y no le gustaba romper las promesas. Pero no podía dejar correr esto. No podía vivir una vida normal.
Ella reptó abierta la puerta a la habitación de Quínci para asegurarse que estaba durmiendo profundamente. Su máscara ya estaba arriba, decisión ya hecho. Una parte de ella deseaba que pueda cambiar su propia mente si recuerde a quién hizo su promesa, pero ya sabía que no podía. Él estaba en el quinto sueño, roncando con paz, cuando ella metió su arco sobre el hombro y escaló a través de la ventana y a la noche obscura.